sábado, 19 de diciembre de 2020

Quercus coccifera, coscoja, coscolla, coscoll, garric.

Al pasear hay que alzar la mirada, hasta el horizonte del llentiscle, el margalló, el enebro y el espino negro, para poder apreciar la impenetrable maraña verde de hojas espinadas que es la coscoja.
Se trata de un arbusto perenne de corteza lisa y gris (aunque se cuartea con la edad), muy ramificado y que no suele exceder los 2m, salvo cuando crece en forma de árbol pudiendo superar los 10m.
Arraiga bien en suelos pobres, incluso yesosos, se adapta bien a los incendios, soporta sequías de larga duración y sucumbe a las heladas; se reproduce en noviembre y diciembre por semilla, pudiendo germinar antes de caer del árbol,  y por brotes de raíz y cepa. Es una planta alineada con estas tierras; de hecho si las condiciones de sequía y temperatura se atenuaran la coscoja tendería a desaparecer y en su lugar haría aparición la encina.

Sus hojas, de 1,5cm de largo y 1-2cm de ancho, son alternas, ovales, coriáceas, rígidas, de un verde intenso por ambas caras, peciolo corto y lampiñas con el margen dentado. Es ese margen dentado lo que las diferencia de las hojas de la encina, aparte de que estas últimas tienen un tono grisáceo en el envés.

Florece en primavera. Es una especie monoica. Las flores masculinas se agrupan en una especie de ramilletes llamados amentos, colgantes, muy cortos, llegando a parecer erectos y algo pubescentes. Las flores femeninas nacen solitarias o en pequeños grupos de 2 a 3.

El fruto, una semilla con 2 cotiledones, madura anual o bienalmente en bellota oval, sostenida por una cúpula con escamas punzantes revueltas hacia atrás que la diferencian de las bellotas de otras plantas.

El término latino quercus, -i (roble) agrupa a todos los árboles de bellota.

El epíteto coccifera (que tiene agallas), viene del verbo latino fero (llevar) y de coccum, -i (coscojo o agalla de los robles), además hace referencia al quermes o cochinilla, la hembra redondeada de un insecto hemíptero (kermes vermilio) que al depositar sus huevos produce una agalla rojiza con la que se elaboraba un colorante carmesí.

Este colorante, muy apreciado en roma, fue uno de los principales usos extensivos que el ser humano hacía de esta planta, ya que los romanos apreciaban ese tono carmesí purpúreo con el que teñían las ropas de los altos mandatarios. Según apuntan en arbolapp, de acuerdo a los escritos de Plinio el Viejo, los hispanos pobres pagaban parte de sus tributos a Roma con el grano tintóreo llamado cusculium, que no era otra cosa que las cochinillas que proporcionaban el colorante.

Entre los usos más comunes estaban la utilización de la corteza y raíz (por su alto contenido en taninos) para curtir pieles. La elaboración de un colorante negruzco usado en la antigua Grecia para teñir el cabello. Y, quizás el uso que por exceso más daño ha hecho a la especie, el uso de su madera para elaborar cisca o carbón vegetal.

Estos usos, por abuso, han reducido la presencia de esta planta; de hecho es una planta de aprovación regulada en Murcia y aparece en el catálogo vasco de especies amenazadas.

La verdad es que en su medio, sin intervención humana, es una de las últimas especies en desaparecer por falta de precipitación, una de las integrantes de la vegetación impenetrable llamada maquis, un modo de protección para la nidificación de aves y un medio de alimento para zorros, roedores y jabalíes.

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