Al pie de coscojares, entre tomillos y romeros, encontramos las densas matas de la corona de frare con sus tallos leñosos laureados de verde gris, terminados en las testas de monjes entre azul y morado que le otorgan su nombre.
Se trata de una planta perenne de la familia de las globuráceas, muy ramificada, cuyos tallos erectos alcanzan los 30-60cm.
Sus hojas pequeñas de 1-1,5cm de longitud por 0,2-0,5cm de ancho son perennes, coriáceas, ovaladas, lanceoladas y de un color verde grisáceo.
Florece en abril y otra vez con las primeras lluvias de otoño. Sus inflorescencias, pequeños capítulos globosos de un azul pálido, aparecen en la parte terminal de los tallos.
Su fruto es un aquenio rodeado por el cáliz persistente.
El término globularia proviene del latín globulus (glóbulo) y alude a la forma de sus inflorescencias.
El epíteto alypum es una forma latina del vocablo griego alypos que significa inofensivo.
Su nombre más representativo es corona de fraile o corona de frare, que hace referencia al aspecto de sus inflorescencias azul/morado. Aunque también se la conoce con el nombre de: alipo, globularia, siemprejunta, lengua de caballo, zocollada, foixarda, seullada y seullà, entre otras.
Tradicionalmente se ha utilizado la corona de frare como purgante, debido a la globularetina, y en dosis bajas como laxante. Además de como tratamiento para la gota, alivio del dolor y para reducir la inflamación en las articulaciones. También es estimulante del sistema nervioso central, así como con propiedades cicatrizantes y antitumorales.
Las hojas en infusión son un buen remedio para la acidez de estómago.
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