sábado, 3 de octubre de 2020

Dittrichia viscosa, Olivarda, Herba mosquitera, Mosquera, Matapuces.


Enhiesta, flagrante, eterna y repleta; en suelos pedregosos, terrenos baldíos y cunetas, se alza potente y olorosa, punteada de oro, la olivarda, donde otras no arraigan.


Estamos ante una planta perenne, leñosa, de la familia de las asteráceas de alta resistencia y rusticidad que suele rondar el metro de altura.


Tradicionalmente habitaba lechos de torrentes y zonas pedregosas, pero poco a poco ha ido conquistando los terrenos de cultivo abandonados y los suelos pobres donde pocas plantas pueden sobrevivir.


Sus hojas de un verde vivo, envuelven al tallo y son alternas, lanceoladas, sin peciolos, estiradas (3 a 7cm de ancho) y con margen de serrado irregular. Presentan a su vez  pequeños pelos que las protegen del sol; y una secreción pegajosa de un característico olor a resina que limitan la transpiración de la planta ayudándola a hacer frente a los periodos de sequía.


Las inflorescèncias son espigadas, alargadas, piramidales con capítulos florales cuyas flores, que surgen de verano a otoño, son liguladas en el exterior y tubulares en el centro, de color amarillo pálido y dorado respectivamente.


Sus frutos son cipselas homomorfas con glándulas en la parte distal de beige a pardo y vileno de cerdas rígidas y ásperas para ayudar a la propagación por viento.


Etimológiicamente el término Dittrichia hace referencia al botánico alemán Manfred Dittrich. Y el epíteto viscosa viene del latín y designa la cualidad presente en la secreción oleosa de sus hojas.


La olivarda se ha utilizado en la medicina tradicional por sus propiedades para combatir el paludismo, tratar las vías urinarias y su cualidad astringente. Además se extrae el aceite esencial y utiliza en Infusión contra la artritis y el reúma. Del mismo modo se ha utilizado aplicando cataplasmas (machacando las hojas) para detener el sangrado moderado de heridas.


Antiguamente se solía colocar en las viviendas y zonas de ganado para atrapar moscas y pulgas, de ahí sus nombres comunes de mosquera, herba mosquitera y matapuces. 


Pero donde esta planta despliega realmente sus armas es en la tierra. Los suelos pobres en los que crece se benefician de ella; el mero hecho de que esté ya ayuda a la recuperación y enriquecimiento del suelo. Absorbe los metales pesados acumulados en la tierra y atrae a insectos que acaban con plagas como la mosca blanca. Un claro ejemplo es el Eupelmus Urozonus, enemigo natural de la mosca de la aceituna, motivo por el que esta “mala hierba” se acabe plantando en los campos de olivos, además de en otras zonas de cultivo, y origen de su nombre común: olivera.

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