Al acercarnos, vemos que sus hojas, similares a las del romero aunque más alargadas, crecen opuestas, con fascículos de hojitas en sus axilas, aplanadas, de bordes revueltos, nervio marcado y con abundantes pelos cortos y estrellados. Algunos ejemplares muestran un color más oscuro en el haz que pueden llevar a confusión.
Sus flores de un amarillo intenso sin manchas, surgen en primavera, agrupadas como si de racimos se tratara en los extremos superiores de la planta y contienen 5 pétalos, 5 sépalos (las hojas que forman el cáliz de una flor), numerosos estambres y un pistilo.
En cuanto al fruto, sale en primavera y verano, en cápsula de 3-4mm, más corta que el cáliz, y contiene de 3-6 semillas de 1,5mm.
Su nombre proviene del griego: Helios (sol) y Anthemos (flor), y del latín: syriacum (Siria, refiriéndose a su origen).
Como buena planta perenne de zonas soleadas está perfectamente adaptada al calor y a la escasez de agua. Su reducido tamaño, la vellosidad que la cubre, el tono blanquecino y la torcedura del extremo de sus hojas son las armas que esgrime frente a la exposición continua y directa al sol. Además tiene una excelente capacidad para extraer agua del suelo seco y pedregoso en el que vive. Recientes estudios (2014) apuntan a que estas guerreras, y otras plantas de características similares, que crecen en zonas de placas de yeso consiguen extraer agua de la estructura cristalina del yeso; si sacan agua de ahí, qué no van a hacer en estas tierras.
Aquí dejo un par de links al respecto porque de ser así, la cosa tiene miga:
https://www.investigacionyciencia.es/noticias/una-nueva-fuente-de-agua-12456
https://www.nature.com/articles/ncomms5660
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